martes, 15 de marzo de 2011

Érase una vez


Perviven en mi memoria historias en blanco y negro que contaba mi abuela sobre contrabandistas de posguerra y trenes cargados de café, historias tan reales como si las hubiera vivido en propia carne. Historias de guardias civiles de los de antes, de los de tricornio, aquellos que patrullaban fusil al hombro y chaquetón grueso caminos y veredas, apostados día y noche en los pasos principales. Perviven historias de emigración a Madrid y Barcelona; Jóvenes con corte de pelo a la moda de la época vistiendo las primeras gabardinas y pantalones anchos, camisas de colores excesivamente serios y zapatos de suela para la misa de los domingos; evoco el racionamiento del pan y el azucar, jornales abusivos que se pagaban por la comida, molinos puestos en funcionamiento día y noche por personas que hacían kilómetros para moler su maiz a cambio de una MAQUIA para el dueño del molino; las bulas que permitían comer carne; los castigos corporales de maestros de escuela que aplicando aquello de "la letra con sangre entra" impartían algo más que conocimientos. hoy, parece un cuento de infancia, una historia que se cuenta junto al fuego para asustar a niños rebeldes, historias desaparecidas con el viento y con aquellos que las vivieron. Para todos los que las hemos oído y soñado se nos antojan lejanas y desenfocadas, retales de distintas formas y colores descompuestos que van conformando una historia que se inicia como un "Érase una vez.....", un cuento moderno de héroes, princesas, brujas, guardianes, guaridas y dragones que en la mayoría de los casos no tuvo un final feliz.